Hay quien dice que el verano, aunque no lo parezca, debido a los cambios de horario y rutinas, puede ser una de las mejores épocas del año para mejorar nuestra alimentación.
Lo cierto es que con la llegada del calor dejan de apetecernos aquellas comidas copiosas y tendemos a basar nuestra dieta en alimentos más ligeros. Más allá de la famosa “operación biquini”, la razón es más sencilla, y es que tenemos la gran suerte y oportunidad que es justamente durante el verano, que los mercados se llenan de productos de temporada vistosos, apetecibles y ligeros.
Y es que el verano es la época de frutas refrescantes y sabrosas como el aguacate, albaricoque, ciruela, frambuesa, higo, melocotón, melón o sandía, son los reyes. El verano es la época en qué verduras como calabacines, judías verdes o tomates se convierten en una de las mejores opciones para plantar las semillas de nuestra dieta que, con un poco de suerte, echarán raíces de tal manera que la llegada del otoño no las derribará.
Esta tendencia que tenemos de comer ligero en verano, además de ser una consecuencia del tipo de alimentos que nos rodea durante esta época del año, es también una consecuencia de un proceso fisiológico interno.
Durante el invierno, nuestro cuerpo utiliza parte de la energía que consumimos a regular su propia temperatura para poder hacer frente al frío. Esta necesidad de energía disminuye durante el verano, ya que el gasto energético que utiliza nuestro cuerpo para la regulación corporal es mucho menor. Y es precisamente por este motivo que nuestros menús de invierno los elaboramos con platos más contundentes, frente a los platos formados por alimentos más livianos y ricos en agua del verano.
Parece ser, por lo tanto, que el verano se nos presenta como la mejor opción para cambiar esos pequeños hábitos.
Aunque si bien el hecho de que todas las situaciones que nos rodean en verano pueden ayudarnos a dar un giro en nuestra dieta para adaptarla a las propias necesidades, este cambio no siempre es fácil. De la misma manera que tendemos a tocar alimentos más saludables, el propio cambio de rutinas, horarios y deshoras puede provocarnos justamente el efecto contrario; llegar al “desorden alimentario total”.
- Consejos para evitar el desorden alimentario en verano
La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) nos proporciona una serie de consejos para conseguir comer bien en verano.
- Clave número uno, como no podía ser otra, la hidratación: agua, agua y más agua, bebida o consumida a través de alimentos ricos en ella, en forma de sandías, gazpachos o sopas frías.
- Otra de las claves que destacan es seguir una dieta marcadamente mediterránea y hacer de las frutas y hortalizas de temporada las reinas de nuestra despensa, ya que las que encontramos en verano son, además de una gran fuente de hidratación, alimentos muy bajos en calorías.
- Desde la SEEN, nos recomiendan también una serie de limitaciones; restringir las bebidas calóricas y moderar el consumo de carne roja en esta época, sustituyendo parte de las raciones semanales de carne por el pescado azul de temporada.
- De la misma manera, nos recomiendan ser moderados con las cantidades de comida que ingerimos y vigilar aquellos que nos aportan más calorías. El objetivo final: limitar el consumo de productos ricos en grasas.
- Y llegado a este punto de limitaciones ¿Qué hacemos con los tan deseados helados? Pues la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición nos recuerdas que éstos no deben formar parte fija de una dieta equilibrada. Y que al nombre “helado” debemos acompañarle del apellido “ocasional”. Por lo tanto, ¿será el helado el protagonista del verano? Si, pero será el protagonista de las circunstancias especiales del verano.
- Y es también en este punto en que la sencillez se hace protagonista; recetas sencillas con pocos añadidos para evitar el aporte calórico de las comidas durante su cocinado (recordad, en verano nuestro cuerpo no necesita tantas calorías).
Estos son una serie de consejos que, como dijimos al principio, pueden llegar a ser más fáciles de materializar durante el verano. Y sí, ya sabemos que no siempre los cambios son fáciles, pero ¿y si aprovechamos la casuística que nos ofrece el verano para mejorar nuestros hábitos alimenticios?