La principal diferencia entre la leche entera o la leche desnatada estará en el porcentaje de grasa, que influirá en las calorías y en el sabor.
La leche desnatada aporta la misma energía, en cuanto a hidratos de carbono que la leche entera, pero el índice de grasa es mucho menor. Al perder esta grasa, pierde también las vitaminas liposolubles características de la leche, sobre todo la A y la D pero también una porción minoritaria de la E así como parte de la capacidad de absorción del calcio, que nuestro sistema fisiológico captura mejor cuando está acompañado de la grasa de la leche. Ahora bien, la leche desnatada que llega a nosotros no lo hace con todas esas carencias, ya que se le añaden de forma artificial las vitaminas A, D y E.
Durante muchos años, se culpó a las grasas del aumento de enfermedades cardiovasculares y metabólicas, y se recomendó sustituir, entre otras muchas advertencias, los lácteos enteros (debido a su contenido en ácidos grasos saturados) por desnatados, salvo en el caso de los niños pequeños.
Un estudio en 2017 de la universidad de Oxford asegura que la ingesta de quesos grasos y yogures con todos sus ingredientes no inciden en una mayor obesidad, y no solo eso, si no que podrían incluso ayudar a prevenirla, así como también la diabetes.
Es necesario entender que el cuerpo necesita cierto soporte de grasas para su funcionamiento, y que existen dos tipos de grasas: las saludables (poliinsaturadas y grasas monoinsaturada) y las nocivas (saturadas).