La temperatura de estos días es una señal clara de que el frío se ha instalado de nuevo en nuestras vidas. En algunas ocasiones, el clima puede convertirse en un obstáculo para practicar deporte al aire libre. Para impedir que pueda con nosotros, debemos prepararnos con una buena alimentación que variará en función de la intensidad del ejercicio.
La importancia de la alimentación
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la alimentación y el deporte siempre van muy de la mano. Una dieta equilibrada nos abre la puerta a la suficiencia energética. En otras palabras, comer sano nos permite cubrir todos los nutrientes que necesita el cuerpo cuando estamos haciendo deporte. Gracias a ello, disponemos de unas fuertes reservas para afrontar mejor la actividad física.
Los nutrientes en el deporte suave
Las caminatas, la natación o el aeróbic son deportes que practicamos a baja intensidad. Para este tipo de actividades los músculos usan la energía de la grasa. Es por eso que antes de empezar a sudar es mejor comer alimentos que almacenen dicha sustancia. Siempre es preferible decantarnos por las grasas de origen vegetal, tales como los aguacates, las nueces, las avellanas o las aceitunas.
La comida en el ejercicio intenso
El ciclismo, las pesas o correr son deportes que realizamos a intensidad más bien alta. En estos ejercicios el cuerpo utiliza la reserva de glucógeno. Por este motivo, lo ideal es orientar la dieta en esta dirección. El glucógeno es la forma que toma la energía en nuestro cuerpo de alimentos saludables no procesados como el arroz, la pasta, los vegetales o la fruta.
Ahora ya somos conscientes de la estrecha relación que existe entre la alimentación y el deporte. Hay que alimentarse bien y servir al cuerpo de un tipo de comida para que tengamos las fuerzas necesarias. Nos ponemos a preparar una buena comida, descansamos un rato para hacer la digestión correctamente y, ¡acción!