Uno de los principales aspectos que debemos tener en cuenta si queremos llevar una dieta saludable es la cantidad de sal que contienen nuestros platos. El sodio es el principal factor dietético responsable del aumento de la presión arterial, un factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares. Aun así, el sodio es un mineral que nuestros músculos y nervios necesitan para funcionar correctamente y consumirlo en pequeñas cantidades es beneficioso para nuestra salud.
Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, más del 87% de la población ingiere el doble de la cantidad diaria recomendada – que son 500 mg en adultos -. De esta sal de más que consumimos, un 20% se añade a la hora de cocinar, mientras que el 67% restante procede de la sal que ya forma parte de la constitución de los alimentos procesados. Y es que a menudo, no somos conscientes de la sal que ingerimos a lo largo del día en platos precocinados o incluso en las salsas que acompañan a nuestro menú.
Sin entrar en recomendar dietas – eso lo dejamos para los especialistas – el mejor consejo que puedes seguir es comer de manera natural. ¿Qué queremos decir con esto? No tienes porque restringir alimentos, sino que siempre es mejor que los prepares en casa en lugar de comprarlos ya cocinados. Así podremos controlar las cantidades de sal, o incluso suprimirla en alimentos que ya de por si son más salados y no necesitan una cantidad extra.
Para aquellos que estéis pensando que la comida natural es sosa y aburrida, hoy os queremos demostrar que los términos “bajo en sal” y “sabroso” no están para nada reñidos. Por ejemplo… ¿Quién ha dicho que una pizza no pueda ser natural? Lo que debemos procurar hacer es una buena masa casera, con una cantidad de sal reducida y unos ingredientes frescos, como la mozzarella, para condimentarla. ¡Ah! Y un buen tomate natural como salsa para huir de los tomates triturados de lata.
En general, los productos frescos son por naturaleza bajos en sal. Esto se puede aplicar a la fruta, verdura, legumbres o cereales. Pero también a carnes magras como una pechuga de pollo, pescados como la dorada, el bonito, el atún o el congrio y quesos bajos en sal como la ricotta, la mozzarella o el queso de burgos. Y la mayoría de hierbas y especias también son bajas en sal y se pueden utilizar como sustitutos de esta.