Recibes en tu domicilio la factura mensual de luz, gas, agua… (la que sea, ahora mismo no es relevante). La abres, te estremeces y te vas directo al teléfono o al ordenador a buscar una opción más económica para evitar volver a recibir esa factura que te informa de los euros que te han costado este mes tus suministros…
Así que decides iniciar la aventura de sumergirte en un trabajo de investigación e indagación intenso, que te obliga a calcular los kilovatios, watios o litros que consumes, a recitar al asesor de la compañía X una serie de datos irrelevantes para ti, pero muy importantes para ellos, como los m2 de tu hogar… El segundo paso es contestar preguntas del señor X en modo SI/NO: ¿Tienes aire acondicionado? ¿horno? ¿frigorífico? ¿vitrocerámica?
La conversación acaba con ofertas poco entendibles, aunque esperanzadoras, y decides cambiar tu plan mensual, cambiar de compañía o dejarlo todo como está…
¿Y cuál es tu motivación? ¿Por qué decidiste hacer esa llamada?
El motivo principal (por no decir el único) es el ahorro. De hecho, las estadísticas avalan tu cara de sorpresa al abrir esas cartas; según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en su Encuesta de Presupuestos Familiares, a inicios del 2018 cifró en un 2,3% el incremento anual del gasto medio de los hogares. De este presupuesto familiar, el 30.7% o, lo que es lo mismo, unos 9.181 € anuales, lo destinan las familias españolas a hacer frente a pagar recibos de agua, electricidad, gas y otros combustibles.
Pero no todo es tan negro, aunque las tendencias de costes de los suministros básicos en nuestro hogar no paren de subir, tenemos en nuestra mano una serie de acciones y hábitos que nos van a ayudar (si los realizamos a conciencia) a reducir el gasto.
Y en este punto cabe añadir a la motivación económica una motivación ambiental, ya que una buena gestión de recursos, además de llevarnos al éxito en la disminución del gasto en el hogar, va a ayudar al mantenimiento del medio ambiente, hacer frente al calentamiento global, los problemas medioambientales o la contaminación. Y es que reducir el consumo en nuestra vivienda será un punto clave no solo para nuestro bolsillo, lo será también para aportar nuestro pequeño grano de arena en beneficio de la tierra.
¿Y cómo conseguimos consumir y pagar lo justo y necesario en el hogar?
Os dejamos aquí unos pequeños trucos:
- Importante, la norma número uno del manual de ahorro energético en el hogar: aprovechar la luz natural. Y es que ¿Por qué encender una bombilla cuando tenemos esos rayos de sol que entran por nuestras ventanas a ciertas horas del día?
- Norma número dos, una de las más obvias y olvidadas ¡Apagar las luces cuando salgas de las habitaciones!
- Norma número tres: nos vamos a centrar en la cocina, una de las estancias donde la fuga de energía es constante y donde tenemos mucho trabajo que hacer. (Podríamos decir que la cocina es el agujero negro de nuestros hogares). Y es que, aunque parezca una tontería, el hecho de tapar las sartenes y ollas al cocinar supone un ahorro energético, y no estamos hablando de un ahorro minúsculo. Al tapar ollas y sartenes ahorramos una pérdida de calor innecesaria ya que tardaremos menos en calentar la sartén y alcanzar el punto de hervor de las ollas. En la cocina, tenemos también los hornos o las vitrocerámicas. Ambos comparten una característica común: no pierden el calor de forma inmediata, por lo que sería una buena estrategia provechar su calor residual para acabar de cocinar los alimentos.
- Norma número cuatro: hablamos de las leyes de la desconexión. Sabemos que ir apagando los aparatos que no están en uso puede llegar a ser aburrido e incluso alguno de vosotros penséis que no vale la pena. Pero ahí están los datos, el famoso “stand by” (aparatos apagados, pero todavía enchufados) son, junto con la cocina, uno de los puntos de fuga más habituales de nuestro hogar.
Pero el “stand by” tiene una cualidad que la cocina no tiene; el consumo es invisible. Ya que los aparatos enchufados pero apagados consumen, y no nos damos cuenta. Cargadores, ordenadores, calefactores, aparatos digitales, cepillo eléctrico… son algunos de estos consumidores invisibles. Para seguir una buena ley de desconexión, tenemos dos aliados:
- Desconectar minuciosamente uno a uno este tipo de aparatos y convertir este acto en una rutina diaria al acabar de usarlos.
- Utilizar enchufes inteligentes; enchufes que conectan y desconectan por completo los aparatos sin necesidad de desenchufarlos o enchufes que cuenten con la opción de programar el apagado.
5. Por último, en lo que a electrodomésticos se refiere, no es suficiente adquirir aquellos que tengan una buena calificación energética, es necesario también realizar un mantenimiento continuo para asegurar un uso eficaz.
Y es que disminuir la factura eléctrica no sólo depende de la compañía u oferta de turno que contrates. Disminuir la factura eléctrica y, por consiguiente, aumentar el ahorro y llegar a la eficiencia energética en el hogar está en vuestras manos.