Muchas personas se estremecen al escuchar la palabra «dieta», pero el término no tiene por qué ir de la mano de restricción.
Todos sabemos que en Navidad comemos alimentos más calóricos de lo habitual, reducimos nuestra actividad física y nos damos más caprichos. Pasados esos días, algunas personas se plantean las dietas de choque y las elevadas restricciones de comida, pero ésta, aunque parezca una opción sencilla, no lo es, ya que tienen un gran impacto posterior en nuestros cuerpos y sobre todo en nuestra mente.
La evolución correcta tras las Navidades es la de volver a la normalidad, recuperando los nutrientes y a los alimentos adecuados y equilibrados.
Cultural y socialmente, las personas, especialmente las mujeres, nos vemos empujadas a convertirnos en cuerpos estereotipados que se alejan de la realidad de los metabolismos, la edad y las vivencias de los cuerpos.
La disminución de peso de manera rápida y dramática supone una dieta de choque para el cuerpo que a corto y a largo plazo representa posibles afectaciones a los riñones, al corazón o al sistema circulatorio.
Los nutricionistas afirman que este tipo de dietas pueden parecer muy llamativas, pero no son una solución a largo plazo, carecen de nutrientes fundamentales y pueden producir problemas en nuestra mente, ya que pueden derivar en obsesiones en la alimentación con la posibilidad futura de sufrir ansiedades o atracones.
No debemos olvidar que el principal objetivo de una dieta siempre debe de ser la salud.