Llegas a casa después de toda una larga jornada y te preguntan «¿Qué tal te ha ido el día?». Seguro que alguna que otra vez os han recibido con esta frase (que en muchas ocasiones puede sustituir un “¿hola, ¿qué tal?”)
Pero, ¿en algún momento os habéis tomado el tiempo necesario para contestar este genérico “¿Qué tal ha ido el día?”. Contestando con pleno conocimiento de causa y reflexión, más allá del “Bien, gracias ¿Y a ti?”.
Si la respuesta es sí, reflexiona ¿has centrado tus contestaciones en situaciones buenas que has vivido durante el día o predominan las malas experiencias?
Y qué nos decís de frases como: “Al mal tiempo… buena cara”, “Vaso medio lleno o medio vacío”, “Si algo malo puede pasar, ¿pasará?”… Analizar las respuestas que damos a este tipo de preguntas pueden ayudarnos a determinar qué tipo de actitud mostramos ante la vida.
Y es que la conocida y reconocida “Ley de Murphy” ya avisaba que, “si algo puede salir mal, probablemente saldrá mal”. Pero lo que no tiene en cuenta esta famosa ley es que seguramente, “si algo puede salir bien, con toda probabilidad saldrá bien”. Y la clave no está en la genética ni la naturaleza, sino en la propia actitud.
¿Pero sabemos exactamente qué es el optimismo?
Según la RAE (Real Academia Española) el optimista es “aquella persona propensa a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”.
Y es que, aunque algunas personas puedan nacer con un temperamento u otro, demostrado está que no nacen optimistas o pesimistas. Ser optimista o pesimista no presupone un rasgo intrínseco del ser humano, sino que es una habilidad social, como lo son la sinceridad, la disciplina, la responsabilidad o la comprensión, entre otras.
Se trata, por lo tanto, de actitudes que desarrollamos a través de la experiencia y que vamos adquiriendo ante las diferentes situaciones que la vida nos presenta.
- OPTIMISTAS VS. PESIMISTAS
Los optimistas ven el lado positivo de las cosas. Creen que las cosas van a salir bien. Creen que tienen la capacidad y la habilidad de hacer que las cosas vayan bien. Y es que podemos aprender a ser optimistas observando a las personas que tenemos como modelos a nuestro alrededor, adoptando nuevas maneras de pensar o practicando nuevos hábitos. Por contra, un pesimista tiende a esperar que las cosas no salgan tan bien o se concentra en lo que no salió bien. Cierto es que las personas no somos 100% optimistas o pesimistas, aunque la mayoría de nosotros tendemos a ser de una manera u otra.
La buena noticia es que, si tiendes a ser pesimista, no estás destinado a ser siempre así. Todos podemos ser un poco más optimistas modificando la manera en la que vemos las cosas. Por suerte, ser más o menos optimista, es una habilidad que podemos y debemos ir trabajando y fortaleciendo.
- ¿CÓMO TRABAJAR LA ACTITUD OPTIMISTA?
1) Trabaja las expresiones del día a día: La manera con la que nos expresamos y los términos que utilizamos para comunicarnos pueden llegar a ser un gran aliado que, poco a poco y de manera constante, nos empape de esta actitud optimista tan deseada. Para conseguir un pensamiento más positivo a través del lenguaje del día a día, reduce al mínimo las expresiones condicionales “si hubiera sido”, ya que expresan una condición para que algo ocurra y se basa en probabilidades. Por el contrario, si las reemplazamos por expresiones indicativas como “fui, voy a..”, nos estamos centrando ya en acciones reales y objetivas. Reforzar la actitud positiva a través de valorar y dejar por escrito las cosas buenas que han ocurrido o hemos hecho durante el día es también una muy buena opción.
2) Vive al día, el presente es lo que importa, el pasado, pasado está, y el futuro está por llegar: Nadie puede adivinar qué es lo que pasará en el futuro, aunque en muchas ocasiones parece que tengamos aquella varita mágica que nos indica que con total seguridad lo que está por venir son las desgracias. En la mayoría de ocasiones ningunas de estas predicciones catastrofistas futuras llegarán a suceder, pero el tiempo invertido ya lo hemos perdido. Y más allá de resultar ser una pérdida de tiempo, estos pensamientos negativos nos pueden llegar a debilitar emocional y físicamente. Por lo tanto, deja de perder el tiempo y céntrate en el presente.
3) Muévete. “Mens sana in corpore sano “: Es un hecho del todo contrastado que la práctica de algún deporte de forma regular es una de las mejores maneras para, además de mantener en forma nuestro cuerpo, fortalecer de manera positiva nuestra mente, reducir los niveles de estrés y ansiedad y, por consiguiente, incrementar esa sensación de bienestar general aumentando nuestros niveles de optimismo.
4) Practica la resiliencia: No es más que una capacidad que poseen los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversas, e incluso salir reforzado de ellas. Se trata de reemplazar el “porqué a mi” por “qué puedo hacer para estar mejor”. Se trata de un cambio de perspectiva, afrontar momentos de crisis como una oportunidad para mejorar y construir un futuro mejor, buscando pequeños estímulos de superación y dejando de lado el prisma catastrófico.
5) Por último, el trabajo de la actitud optimista puede llegar a suponer la renuncia a algo, pero sobre todo a alguien: eliminar de tu círculo más próximo aquella gente “tóxica” será un gran paso para abandonar actitudes pesimistas. Este es el ejemplo de la vertiente positiva del concepto renuncia.
Y es que el pesimismo, de la misma manera que el optimismo, son altamente contagiosos, así que no te lo pienses más y ¡Pon un optimista en tu vida!.