Desde hace miles de años, el hombre fue consciente de las propiedades del frío para la conservación de los alimentos, de tal manera que en la Antigüedad el ser humano ya enterraba víveres en pozos de nieve o cuevas, sabedores de que este procedimiento retardaría el proceso natural de descomposición, conservando durante más tiempo los alimentos.
En la actualidad todos somos conscientes de que los alimentos se descomponen con el paso del tiempo y la congelación viene a ser la manera más eficaz para conservarlos entre tres y doce meses sin que su calidad varíe.
Cada día millones y millones de personas congelan alimentos. En muchas ocasiones, nuestro elevado ritmo de vida nos obliga a practicar esta técnica de conservación, tanto de los productos frescos como los ya cocinados, con el objetivo de disponer de manera casi inmediata de ellos en un momento de necesidad, conservando su aspecto, olor, sabor y valor nutritivo.
Gracias a los procesos de congelación ponemos a nuestra disposición alimentos fuera de temporada o platos listos para servir en cualquier momento, ayudándonos a ahorrar tiempo y dinero gracias al aprovechamiento.
El impacto del hábito de congelar es tal que incluso ha dado pie a un nuevo movimiento culinario; el Batchcooking, o como “cocinar más para cocinar menos”.
Aunque no podríamos hablar de una tendencia 100% genuina de las nuevas generaciones, lo cierto es que son éstas las que más la utilizan; jóvenes y padres o madres de familia que pasan el día fuera de sus casas, con ritmos de vida frenéticos, que entran a las cocinas decididos a preparar varios menús que congelarán y posteriormente irán descongelando para utilizarlos en las cenas o los tuppers de las comidas de la semana.
Esta nueva tendencia tiene como base los procesos de congelación. Sin ellos no es nada, ya que se trata de dedicar un día a la semana a la cocina, o bien a cocinar el doble para congelar la mitad, o bien cocinar y congelar para ganar tiempo libre, ahorrar tiempo en la cocina o ahorrar en la compra semanal.
La congelación en sí permite conservar los alimentos por largos periodos de tiempo, a través de temperaturas inferiores a 24º bajo cero, detenemos cualquier actividad bacteriológica que pueda llegar a descomponerlos, convirtiéndose en un serio peligro para nuestra salud.
El proceso de congelación parece sencillo, pero no siempre se hace de la manera más adecuada. Cabe tener en cuenta una serie de recomendaciones para evitar riesgos innecesarios, como son:
- Congelar de forma rápida a temperatura de entre 25º y 30º C bajo cero, con el objetivo de evitar que se formen grandes bloques de hielo que al descongelarse alteren las propiedades de los alimentos.
- Debemos tener en cuenta también que los alimentos aptos para ser congelados son los frescos o los acabados de cocinar evitando congelar aquellos alimentos que lleven varios días en la nevera.
- Otra de las recomendaciones a tener en cuenta es congelar por porciones o raciones, permitiéndonos ir descongelando según las necesidades específicas de cada comida. Esta práctica nos va a ayudar también a aprovechar al máximo los alimentos congelados y acelerar el proceso de congelación, ya que en porciones pequeñas la congelación será más rápida.
- Congelar platos cocinados una vez se hayan enfriado y utilizar envases específicos de congelación (tuppers adecuados o bolsas de congelación) son otras de las recomendaciones que no debemos dejar pasar.
- En cuanto al tipo de alimentos, tener en cuenta que, al congelar líquidos, éstos se expandirán durante el proceso, por lo que es necesario prever los espacios que permitan esta expansión para evitar derrames.
- Y llegamos en este punto a una cuestión polémica; ¿Podemos congelar un producto que ya haya sido congelado y descongelado? La respuesta es un rotundo NO. La Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) es clara en este aspecto y determina que: «Nunca se debe congelar de nuevo un alimento que se ha descongelado, a no ser que se cocine antes de volver a congelarlo». Al “re-congelar” los alimentos, éstos pierden propiedades nutritivas, texturas y aumenta la presencia de microorganismos, ya que durante el proceso de descongelación se reactivan los procesos de descomposición; los microorganismos que han sobrevivido a las bajas temperaturas vuelven a proliferar, poniendo en riesgo nuestra salud.
Por otro lado, si hablamos de un alimento fresco que se ha descongelado, éste puede volver a congelarse, pero bajo la condición de que se haya cocinado con anterioridad, ya que durante la cocción los microorganismos encargados de descomponer los alimentos son eliminados. Así como la mejor manera de congelar es de forma rápida y a muy baja temperatura, la mejor manera de descongelar es de forma lenta y en frío, es decir, en la parte menos fría de la nevera; el estante superior. Para descongelar es recomendable utilizar recipientes con isla que sirvan de válvula de escape al exceso de agua que surge en el proceso de descongelación.Si sois de los que os gusta usar el congelador para conservar alimentos, guardar sobras y tener disponibles de manera casi inmediata los productos (incluso los de fuera de temporada) subiros al carro del Batchcooking, la nueva tendencia en las cocinas que fascina a todo el que la prueba.